miércoles, 11 de marzo de 2009

crisis

Os escribo ésto a tí y a Lola porque no quiero olvidar lo que está pasando en el mundo. Tal vez cuando seáis mayores, las cosas se vean de otra forma, seguro que con más perspectiva de lo que yo puedo hacerlo ahora. Pero hay cosas que no se pueden pasar por alto. Cuando vosotros nacísteis, el mundo funcionaba por encima de sus posibilidades. La gente todo lo consumía, todo lo agotaba, hasta el planeta, todo lo quería tener. La vida, así, parecía fácil: todo el mundo tenía más de lo que había podido imaginar en sus mejores sueños, y el valor de cada uno era equivalente al valor de sus posesiones. Y todos caímos en ello.
Un día las cosas empezaron a cambiar. La mentira en la que estábamos instalados se quedó de pronto sin argumentos para sostenerse: la economía resultó ficticia, el dinero no estaba, las cosas no valían lo que nos habían dicho, el discurso oficial de los medios de comunicación y de los políticos se había quedado obsoleto y vacío. La gente comenzó a descreer. Los amos del sistema se negaban a soltar marras. Pero hubo un día, en el año 2008, donde todo empezó a cambiar.
Os cuento esto y me planteo dos dudas: os escribo como a niños cuando supongo que, el día que me leáis, ya no lo seréis, pero prefiero explicároslo como si fuera un cuento, como tanto os gusta. La segunda duda viene dada porque no sé cómo se vivirá de aquí no más de cinco años, pero supongo, y espero, que las cosas sean distintas a como lo son ahora.
Para mí la crisis no supone ningún trauma. Cierto es que económicamente las cosas nos van fatal, que nos crea tensiones en el día a día a mamá y a mí. Cierto es que, aún pequeños, nos intuís preocupados. Así que hoy voy a cambiar por completo el concepto de nuestras vidas. A partir de ahora, seremos felices por estar juntos, por tener salud, y jugaremos con las cosas que ya tenemos en casa o en el jardín. Si lo pensáis, no nos hace falta nada más, aunque hubo un tiempo, creedme, que las cosas, sin querer, las habíamos montado de otra manera. Vamos a tener un respeto escrupuloso por la naturaleza. Si lo pensáis, junto a nuestro valor como personas, es lo mejor que tenemos. Vamos a disfrutarla, vamos a aprovecharla, en vez de aprovecharnos de ella. Y vamos a hacer los esfuerzos mayores, la mamá y yo, por educaros con estas variables. No me pidáis juguetes. Pedidme que juguemos juntos al sol y que aprendamos a respetar nuestro entorno y a las personas que nos rodean. A nosotros mismos nos lo enseñaron así, pero sin darnos cuenta nos vimos haciendo todo lo contrario.

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